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Ser un buen vecino

Ser un buen vecino

Por: Dr. Akiva Wolff

Traducción. Jessica Dichi

Vivir en este mundo significa ser vecino. Este principio fundamental es tan profundo en la tradición judía que se encuentra en las mismas raíces de nuestro lenguaje materno. Según Rabbi Samson Raphael Hirsch, un sabio del siglo XIX, “[La palabra hebrea] shachan significa ambos morar, y ser vecino. Ahí yace el ideal social más elevado. En el pensamiento judío, morar significa ser vecino. Cuando un judío toma un lugar en el mundo para ser su lugar de residencia debe al mismo tiempo conceder espacio y dominio a sus prójimos para un espacio de residencia similar.”

Ser un buen vecino, como veremos más adelante, es una obligación judía. También puede ser un reto enorme. Por un lado, todos tenemos necesidades físicas que se quieren satisfacer para vivir en este mundo, particularmente para poder vivir vidas satisfactorias, productivas y disfrutables. Por otro lado, mucho de lo que hacemos para satisfacer esas necesidades y deseos pueden tener un impacto negativo en nuestros vecinos (en todos y en nuestro entorno). Esto es especialmente cierto en los tiempos modernos, donde hay mucha más gente, con tanta tecnología viviendo en un nivel material más allá de lo que nuestros ancestros pudieron soñar.

¿Cómo podemos gestionar las dificultades de ser un buen vecino? ¿Debemos negar nuestras necesidades y deseos para evitar causar daño? ¿No podríamos solamente ignorar el bienestar de los demás, y poner nuestras necesidades y deseos primero, como muchos a nuestro alrededor parecen hacer? ¿Qué podemos hacer para vivir nuestra vida en la tensión dinámica de tratar de satisfacer los dos, a menudo afectando ambos lados?

Afortunadamente, nuestra tradición judía tiene mucho que enseñarnos sobre cómo ser un buen vecino. Mientras la serie de dificultades ha cambiado con el tiempo, los factores básicos permanecen casi iguales. La Torá nos enseña como crear un equilibrio con las acciones que hacemos para satisfacer nuestras necesidades y deseos con la difícil común obligación de tomar en consideración el bienestar físico del otro, de manera que se maximice el bienestar de ambos, el individuo y la sociedad.

Como veremos, en la tradición judía, ser un buen vecino significa considerar el bienestar del otro en todo lo que hacemos. Esto está manifestado principalmente en tomar medidas preventivas para evitar causar daño al otro, y al medio ambiente que compartimos. En este artículo seguiremos cronológicamente cómo se expresa e interpreta este concepto en la tradición judía.

El principio de ser un buen vecino: Fuentes bíblicas

La fuente bíblica principal de ser un buen vecino es el mandamiento clásico de Amar a tu prójimo como a ti mismo. [2] El sabio talmúdico, Rabí Akiva, llamó a éste el principio primordial de la Torá [3]. El sabio talmúdico Hillel también consideró a éste el tema central del judaísmo. [4] Curiosamente, Hillel parafraseó este concepto en negativo: Eso que es odioso para ti no lo hagas a alguien más.[5] La reformulación de Hillel pone el énfasis en evitar lastimar o causar daño a otros, lo que, como veremos más adelante, forma la base de los requisitos halájicos (legales) de las buenas relaciones entre prójimos. Sobre este verso (Ama a tu prójimo como a ti mismo), Rabí Samson Raphael Hirsch escribe:

La interpretación de Hillel sobre esto como “Eso que es odioso para ti no lo hagas a alguien más” otorga igualdad total entre todos como el principio conductor de nuestras acciones, obliga a todos a tomar en serio el bienestar y congojo de todos, convierte el egoísmo… en consideración y amor por el vecino de uno. El concepto de “tu vecino” extiende las ideas más allá de los estrechos límites de tus prójimos a la idea de creaturas semejantes, para que en realidad esta oración contenga los contenidos de toda la Torá, que en efecto es nada más que la enseñanza de evitar todo lo que es contrario y aborrecible a la felicidad y bienestar de nosotros y para las creaturas semejantes que disfrutan de su existencia aquí abajo en este mundo. [6]

En este comentario, Rabí Hirsch extiende la obligación de ser un vecino más allá del entendimiento convencional. No es suficiente evitar dañar a los seres humanos semejantes que viven en proximidad cercana. Debemos también considerar el bienestar de los otros seres vivos en el planeta. Por lo tanto, la obligación de ser un buen vecino se puede ver como la base de toda la protección ambiental. Ser un buen vecino significa cuidar bien nuestro medio ambiente/ sistema de soporte de la vida para asegurar que los otros también se beneficien de forma sustentable.

Los sabios también encontraron una referencia al principio de ser un buen vecino en el verso bíblico “No pondrás tropiezo delante del ciego”. [7] Sobre este verso Rabí Hirsch escribe: Esta es una oración de mayor importancia. Advierte sobre la falta de atención ya sea en palabra o acción por medio de la cual el bienestar material o espiritual del prójimo podría de alguna manera verse afectado… Por ende, toda la gran esfera de la felicidad material y espiritual de nuestro vecino se atribuye a nuestro cuidado. Nuestra consciencia y consideración se debe ejercer para el beneficio de nuestro vecino para prevenir su llegada a cualquier daño material o moral gracias a nuestra intención. [8]

Otro verso bíblico que se refiere a este concepto es: “Los caminos [de la Torá] son caminos apacibles y todas sus vías son paz”. [9] Sobre este verso el Talmud enseña que “Toda la Torá es también en aras de la armonía social”.[10] La clave de posibilitar armonía social, que se relaciona íntimamente con buenas relaciones entre vecinos, es ciertamente el mandamiento “no lastimarás”.[11] Como Hillel dice previamente, “todo el resto es comentario, ahora ve y aprende”, lo que precederemos a hacer.

Requisitos halájicos para ser un buen vecino

[12]

Como discutimos en la introducción, la Torá negocia el equilibrio dinámico entre proveer a las personas la libertad que necesitan para actuar en este mundo para poder encontrar sus necesidades y deseos físicos, y proteger a sus vecinos (sociedad y medio ambiente) del daño que estas acciones podrían causar. [13] Mientras los sabios reconocían que esto no era posible, o incluso necesariamente deseable, el prohibir todas las fuentes posibles de daño, ellos demandaron que estas fuentes se regularan cuidadosamente para prevenir o minimizar cualquier daño al otro.

Con este valor en mente, los sabios del Talmud tradujeron el principio de no lastimar al otro en medidas preventivas concretas que cubren un gran alcance de actividades comunes.[14] El segundo capítulo del tratado Baba Batra está enfocado en estas medidas preventivas. Por ejemplo, la primera Mishná de este tratado dice: Una persona no debe cavar una cisterna junto a la cisterna de su vecino, ni un canal de agua, ni una cueva, ni un canal de irrigación, ni un pozo para lavar; a menos que mida la distancia [la parte externa de su muro] del muro exterior [de la cisterna de su vecino] tres veces una mano y selle [su estructura] con yeso.[15] Todas las actividades nombradas pueden causar daño a vecinos. Por ejemplo, cavar estas estructuras puede invadir la tierra del vecino. Cada una de estas estructuras también puede permitir la infiltración destructiva de agua en las paredes externas de la cisterna del vecino.

La Mishná dicta que si uno cava una estructura de agua cerca de la propiedad de su vecino él debe de poner una zona de barrera acorde, de forma que sea resistente al agua y a una distancia adecuada para proteger la propiedad de su vecino. [16] En nuestra época de tecnología avanzada, tal vez este concepto de una “zona de barrera” se puede asemejar a dispositivos de control de contaminación tales como lavadores de gases y plantas de tratamiento de agua que funcionan de forma más efectiva en un área mucho más pequeña para reducir o eliminar los efectos dañinos antes que alcancen a cualquier vecino.

Alejando fuentes dañinas desde y dentro de zonas pobladas

[17]

Las posibles fuentes dañinas que fueron un peligro para la salud pública o una intrusión intolerable en la calidad de vida eran temas de restricción de amplia zonificación en el Talmud. Las actividades que eran fuente de humo, hedor o partículas fueron prohibidas dentro de los límites de la ciudad. Por ejemplo, el Talmud indica que los cadáveres, tumbas, curtidurías y hornos estén alejados por lo menos cincuenta codos de un pueblo. [18] Además de proveer una zona protectora de regulación, el Talmud también indica que estas actividades se hagan en lugares donde el daño sea mínimo. [19]

Por ejemplo, según el Talmud: uno debe alejar un trilladero fijo cincuenta codos de un pueblo. Uno no puede instalar un trilladero fijo dentro de su propiedad a menos que [permita una zona de amortiguamiento de al menos] cincuenta codos en todas las direcciones, y debe de alejarlo de los plantíos de su vecino y de sus zonas aradas para que no las lastime[20]”. Los trilladeros, usados para separar la paja del grano, producen una gran cantidad de materia potencialmente dañina. Por lo tanto, los trilladeros eran considerados una amenaza para la salud pública que debía ser prohibida dentro de las fronteras municipales.[21]

El Talmud también regulaba muchas actividades domésticas que no se pueden poner fuera de las fronteras domésticas, como los hornos, las letrinas y las fosas de lavado. Por ejemplo, la Mishná prohíbe poner los desechos de oliva, estiércol, sal y lima contra la pared del vecino por las propiedades corrosivas de estos materiales. [22]

Los hornos se regulaban de forma similar para reducir el riesgo que un incendio se extienda arriba o debajo de un vecino [23] al requerir cuatro codos de espacio encima de un horno si hay un vecino arriba, y una capa de yeso de tres manos de grosor debajo de un horno ubicado en un piso superior.

El Talmud prohíbe abrir una panadería, un taller de teñir, o un establo de ganado debajo del almacén de un vecino porque el respectivo calor y olor puede perjudicar la producción del vecino.[24] Otras leyes de la Mishná incluyen los requerimientos para alejar el lino remojado de los jardines de vegetales vecinos, [25] puerros de cebollas [26] y plantas de mostaza de abejas domésticas, para evitar daños. [27]

Estas medidas talmúdicas para prevenir daños a vecinos fueron más aclaradas y codificadas en los escritos legales de eruditos post-talmúdicos como Maimónides [28] y R. Yosef Caro. [29] El tratado clásico de Maimónides, Mishne Torá, incluye una sección entera dedicada a las Hiljot Shejanim, o “Leyes de vecinos”.

Mientras los sabios se preocupaban por todo tipo de daños, se enfocaban particularmente en prevenir cuatro categorías de daños: humo, mal olores, polvo y vibraciones. [30] Estos daños se consideraban especialmente dañinos y difíciles de tolerar.

La revolución industrial, iniciando en Europa Occidental en el siglo XVIII, y subsecuentemente extendiéndose a la mayoría del mundo, trajo consigo infraestructuras industriales masivas que eran a menudo la fuente de alguno, si no es que de todas las cuatro categorías de daño referidas por los sabios. Desafortunadamente, durante este periodo, la consciencia y acciones necesarias para que las industrias cumplieran con los requerimientos de ser buenos vecinos se quedaron rezagadas muy atrás.

En palabras de un erudito contemporáneo, Rabí Ezra Batzri, una-vez director de la Corte Rabínica en Jerusalén: He aquí, esta ley [de prevenir daños], para nuestro gran pesar es ignorada y mucha gente sufre daños, e incluso sus vidas se acortan, (que Dios nos proteja), como los expertos nos indican, y nosotros debemos de sonar la alarma sobre esto. Son responsables particularmente los que están involucrados en asuntos comunitarios, que no deben callarse al respecto. En particular las nuevas fábricas deben ser cuidadosamente investigadas para saber qué tipo de daños son capaces de causar a la comunidad y no se le debe permitir establecerse a las fábricas hasta que se sepa con certeza que están obedeciendo correctamente la ley de distancia de daños, y que tengan todos los dispositivos necesarios para asegurar que sus desechos no lastimen el medio ambiente. [31]

Rabí Batzri enfatiza en la necesidad de que las autoridades gubernamentales aseguren la correcta regularización de las industrias que contaminan, y lamenta el hecho de que esto haya sido tan ignorado en tiempos modernos. De hecho, corporaciones, grandes y pequeñas, también tienen la obligación de ser buenos vecinos, previniendo dañar a otros. Sin embargo, como Rabí Batzri escribe, la obediencia de estas leyes es muy comúnmente deseable.

Es interesante notar que la mayoría del mundo ahora ha adoptado una legislación medioambiental que refleja la sabiduría de los sabios en el tema de ser un buen vecino. El mundo de los negocios también esta, cada vez más, despertando a su obligación de actuar como buenos vecinos. Hay un reconocimiento cada vez mayor sobre ser un buen vecino pues promueve sostenibilidad financiera así como sostenibilidad ecológica. Por ejemplo, el escritor, Daniel Goleman, en su libro Inteligencia Ecológica, discute ampliamente la forma en que varias corporaciones importantes internacionales han aprendido que su éxito constante dependerá en el hecho de ser mejores vecinos, y poner más atención en reducir sus impactos negativos sobre sus vecinos. [32]

Ambos el gobierno y las empresas ya no pueden esconder el hecho de que es mucho más caro reparar daños causados por ser malos vecinos que ser un buen vecino y prevenir los problemas desde el principio. Por ejemplo, en un reporte del 2003 en la rentabilidad de prevención de contaminación, la Agencia de Protección Ambiental de los Estados Unidos (U.S. Environmental Protection Agency) descubrió que “en casi todos los casos, estos esfuerzos no solo han llevado a mejoras ambientales, sino han sido rentables, ahorrando millones de dólares al año”. El reporte mostró un alto beneficio de relación de costos por programas de asistencia de prevención de contaminación, y reportó que en un periodo de dos años entre 1998 y 2000, se ahorraban seis dólares de prevención de contaminación por cada dólar invertido por el Gobierno Federal.[35] Es necesario tener en cuenta que según Rivash, (Rabí Yitzhak bar Sheshet, España-Algeria, siglo XIV), “Uno puede no salvar su propiedad de daños a expensas de causar daños a su prójimo”. (Rivash, Responsum 196).

Este artículo fue desarrollado por Canfei Nesharim como parte del proyecto Jewcology, y traducido por Jewish Eco Seminars